Los años pasan…

Los años pasan, se queda atrás las vivencias pasadas, la vida no tiene vuelta atrás más que en los recuerdos.
La vida pasa, con ella se lleva nuestros mejores años, aquellos años donde las heridas de las rodillas dolían mucho menos que las heridas del corazón.

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Aquellos años donde nada era tan en serio y la despreocupación fue nuestro diario vivir.
Donde las risas se escuchaban en cada cuadra y el olor de las galletas de la abuela era el mejor perfume industrial.
Verla cocinando para nosotros era el amor a primera vista que alborotaba nuestras mariposas aunque hayan sido de hambre.
Aquellos minutos que se volvían horas cuando sabíamos que nos castigarían y no queríamos entrar a la casa.

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Cuando aprendimos a andar en bicicleta y sentíamos el aire con tanta intensidad en nuestro rostro; Cuando los caminos eran cortos y el mundo nos parecía asombroso.
Aquellos días donde intentábamos ser héroes y necesitábamos crecer para convertirnos en uno de ellos.
Cuando teníamos superpoderes imaginarios y nos encantaba decirle a la gente que éramos los mejores portados para ganarnos un caramelo; cuando claramente estaba que no existían las reglas para nosotros.

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Cuando una cara lavada valía mucho más que los kilos de maquillaje, la diversión no le temía a las miradas si nos veíamos mal y un te quiero sonaba verdadero.

Cuando no teníamos la necesidad de mentir y si algo salía mal sencillamente en nuestra defensa salía mamá.
Cuando una mala calificación era nuestra única despreocupación, y nuestro mayor miedo no ser lo suficiente buenos para mamá.

¿Dónde quedaron esos años donde todo parecía ser perfecto? ¿Cuándo fuimos lanzados a la realidad de crecer y la adaptación de entender un mundo como nunca antes lo habíamos conocido. Donde los gatos negros dejaron de ser animales domésticos para convertirse en seres que muchos desprecian porque que «dan  mala suerte», convirtiéndose en creencias supersticiones irracionales, dándole más fe de lo que las montañas se podrían mover.
Siendo pequeños nos sentíamos más protegidos, porque las lágrimas dolían menos ante una caída y no al sentir que el corazón se estruja.

Porque crecemos y todo es más mesurado, romper las reglas un tabú y el amor confundido con compañía ante la soledad.
Donde la sociedad es la primera en decir vive a plenitud y de la misma manera la que nos observa en primera fila para juzgarnos.

Un puesto de trabajo se lleva nuestras mejores horas y las noches colapsa nuestra energía… perdiendo la vista a las estrellas. Donde decir un te amo suena hipócrita en la realidad en la que vivimos y encontrar una persona que nos complemente sin mentiras, es un desafío.

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Donde el recuerdo del amor a los animales cada día se queda en el pasado, mientras ellos tan solo esconden su cola y les quedan sus colmillos para poderse defender, junto a una lágrima que no todos notan. Las mismas lágrimas que a veces derramamos en silencio, pensando que la vida se nos acaba y por más que llegábamos a conocer la decepción de la gente que alguna vez nos rodeamos, nunca nos parecerá tiempo suficiente para querer dejar de vivir.

-El diario de Annah, NOTAS CON AMOR.

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